Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia mientras navega. Las cookies que se clasifican según sea necesario se almacenan en su navegador, ya que son esenciales para el funcionamiento de las características básicas del sitio web. También utilizamos cookies de terceros que nos ayudan a analizar y comprender cómo utiliza este sitio web. Estas cookies se almacenarán en su navegador solo con su consentimiento. También tiene la opción de optar por no recibir estas cookies. Pero la exclusión voluntaria de algunas de estas cookies puede afectar su experiencia de navegación.
Imprescindibles
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría solo incluye cookies que garantizan funcionalidades básicas y características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
No imprescindibles
Estas cookies pueden no ser particularmente necesarias para que el sitio web funcione y se utilizan específicamente para recopilar datos estadísticos sobre el uso del sitio web y para recopilar datos del usuario a través de análisis, anuncios y otros contenidos integrados. Activándolas nos autoriza a su uso mientras navega por nuestra página web.
«He traído a Hollywood una maleta llena de espaguetis para Sofía Loren. Se los he traído desde Roma, me los había dado su madre, y creo que pocos acontecim
info
«He traído a Hollywood una maleta llena de espaguetis para Sofía Loren. Se los he traído desde Roma, me los había dado su madre, y creo que pocos acontecimientos de las últimas semanas han emocionado tanto al frívolo suburbio de Los Ángeles como la noticia de que una periodista italiana le ha traído espaguetis a Sofía». Esto sucedió en junio de 1957, cuando Oriana Fallaci dividía su tiempo entre Roma, Nueva York y Los Ángeles para hablar de la "fábrica de estrellas". Con una mirada desencantada y el inconfundible estilo cáustico e irreverente de su pluma, Miss Fallaci, como la llamó Orson Welles, a diferencia de sus otros colegas, "sabe esconder al periodista más feroz bajo la más engañosa de las máscaras femeninas". Son los años en los que los ojos del mundo persiguen los nuevos mitos del celuloide, pero solo ella logra describir la humanidad desesperada de estas estrellas tan adorables. De James Dean a Yul Brynner, de Ava Gardner a Ingrid Bergman, y en busca de Marilyn Monroe, Miss Fallaci deambula por Hollywood con mirada desconcertada. "En esta ciudad pueden llegar a ocurrir las cosas más extrañas",