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«Cafarnaúm, mi pequeña ciudad frente al mar, con sus calles estrechas, el mercado, sus fuentes y encrucijadas? La sinagoga en el centro, lacasa de mis padres
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«Cafarnaúm, mi pequeña ciudad frente al mar, con sus calles estrechas, el mercado, sus fuentes y encrucijadas? La sinagoga en el centro, lacasa de mis padres, con varios patios y estancias para mi familia ylos criados? La aduana, en la que los publicanos cobraban losimpuestos; y el caravasar, en el que se detenían mercaderes yviajeros. Algo más alejado, el acuartelamiento de la guarniciónromana, mandada por un centurión.»Y el mar de Galilea. Azul. Brillante. Lleno de vida. Arrullado por la brisa y azotado por las tempestades. El que veían mis ojos todas lasmañanas y en el que se perdían admirando su belleza mientras alababa a Yahvé, creador de aquel paraje que sosegaba mi alma y animaba miespíritu.»Mis padres hubieran deseado un niño, pero se conformaron conmigo. Muy pronto los defraudé en lo que se refiere a ser una buena judía: noera una niña dócil, no me dejaba sujetar por las tradiciones? A losdiez años comencé a escuchar las conversaciones que los visitantesmantenían con mi padre, algo prohibido para cualquiera, y más para una mujer. Mi curiosidad me llevó a adquirir una capacidad de observación que me