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Volvemos a encontrarnos dentro de este año litúrgico para seguir adentrándonos en la experiencia de Dios, personal y comunitariamente, al hilo de la temporal
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Volvemos a encontrarnos dentro de este año litúrgico para seguir adentrándonos en la experiencia de Dios, personal y comunitariamente, al hilo de la temporalidad, como Pueblo de Dios que va caminando en el proceso de una historia de salvación vivido con libertad. Cristo es nuestro centro y fundamento, en él y por él somos, y vamos descubriendo nuestro sentido y nuestro horizonte. En él encontramos el fundamento de nuestra libertad y de nuestra vida, por eso lo queremos seguir. Los tiempos de Cuaresma y Pascua son itinerarios profundos que nos llaman a la conversión y a una vida nueva en el seguimiento a Jesús de Nazaret. El amor encarnado de Dios en Cristo se hace misericordia, perdón, sanación de nuestras vidas y de nuestro mundo, para arribarnos al puerto de la verdadera esperanza en una vida que vence a la muerte, en la misma cruz, y que se nos da como vida eterna, como tesoro inagotable e inalcanzable, como donación suprema del amor divino en el Resucitado.