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En la madrugada del 17 de abril del 82, la protagonista de esta historia llamaba a la puerta del claustro materno para lanzarse a la hermosa aventura de vivir.
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En la madrugada del 17 de abril del 82, la protagonista de esta historia llamaba a la puerta del claustro materno para lanzarse a la hermosa aventura de vivir. Nada más verla y dar gracias a Dios por haberme convertido en padre de familia numerosa, nos percatamos de que algo no había ido con normalidad: la niña había nacido con ESPINA BIFIDA. Llamé a un amigo para darle la noticia de las circunstancias en que vino al mundo. Me animó y me dijo que sería «la alegría de mi casa». Hoy, al cabo del tiempo, veo cómo se están cumpliendo sus palabras. Pensé en sus limitaciones físicas, pero es una niña con una enorme vitalidad, con ganas de vivir y de comerse el MUNDO, hasta el punto que le quitan la tristeza, el mal humor y los sinsabores al más áspero de los hombres.