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Que la evangelización de América fue una de las empresas más significativas de nuestra historia es un hecho reconocido. Sin embargo, ha sido objeto de no poc
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Que la evangelización de América fue una de las empresas más significativas de nuestra historia es un hecho reconocido. Sin embargo, ha sido objeto de no pocas tergiversaciones, incluso por los propios investigadores que, llevados por intereses ideológicos, sucumben a los anacronismos. Jean Dumont, en La hora de Dios en el Nuevo Mundo, no pretende mitigar la leyenda negra contraponiendo una leyenda rosa, sino exponer los hechos que pongan las cosas en su lugar. Y para ello el historiador se adentrará en la vida misionera de cuatro hombres excepcionales: Jeronimo de Loaisa, santo Toribio, Vasco de Quiroga, y Bernardino de Sahagún. Con ellos, el lector compartirá la aventura de quienes tenían sobre sí la tarea y la responsabilidad de civilizar las tierras del Nuevo Mundo. Tamaña responsabilidad no habría podido llevarse a cabo sin la intervención de Isabel la Católica, a partir de la encomienda, en 1503, cuando quedó claramente expresado que los indios deberían ser «bien tratados». Pero la tarea exigiría al menos un siglo para comenzar a echar raíces. Y sería entre los siglos XV y XVII cuando estos hombres, Lo