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Este libro, como su compañero: En la tierra silenciosa, trata de «una sola [cosa] y grande». Por obra de la creación y la redención hay una unión primigen
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Este libro, como su compañero: En la tierra silenciosa, trata de «una sola [cosa] y grande». Por obra de la creación y la redención hay una unión primigenia entre Dios y el ser humano. En las honduras de este origen, el «entre» no puede percibirse porque es completamente permeable a la Presencia divina. En realidad, hay más Presencia que preposición. Si bien este es el hecho más simple y esencial de nuestra vida espiritual, se necesita una vida para materializarlo. Aunque esta unión originaria en la que «vivimos, nos movemos y existimos» (Hch 17,28) es inconmovible, uno de los rasgos de la condición humana es que pasamos muchas décadas en una ignorancia supina a este respecto. La razón de nuestra ignorancia respecto al hecho más obvio y simple de nuestra vida espiritual es el constante ruido y parloteo interior que genera y alimenta la ilusión de estar separados de Dios, quien, como nos recuerda san Agustín, ya está «dentro de mí, más interior que lo más íntimo mío».